martes, 3 de noviembre de 2009

Con humedad...


Amanece en la Ciudad de la Costa, la niebla cubre como una sábana de crea blanca, el colchón verde del pasto, y así invade mi corazón, haciendo que mi caminar sea lento pausado, tan denso como esa niebla que penetra en mi corazón.
Un día gris en mi vida, que tantos soles a sabido disfrutar, hoy no encuentro esa alegría tan mía que siempre hace que vea luz en todo rincón.
No entiendo los porqué, tampoco los busco, no me interesa. Es que también me da por disfrutar de esa humedad, la siento tan mía... por momentos se me trepa por el centro de mi pecho y pugna salir por mis ojos. No la controlo y la dejo salir. Es cómo si de esa forma expiara mi dolor, como si por esas rendijas dejara salir la tristeza que me embarga.
Ahora mismo veo claro los porqué, mi dolor es la hipocresía, sí, esa hipocresía con la que tanto debato en el afuera, hoy está dentro mío. Pensamiento, palabra y acción, cuando estoy en esa línea co-recta todo anda bien pero me he salido de ese equilibrio y por supuesto apareció su consecuencia, la tristeza. No tengo el valor de enfrentarme con mi más pálida miseria, mi pensamiento dice creo en ti, mis palabras dicen creo en ti y mis acciones están a punto de sozobrar en un mar de tempestad.
Mis lágrimas continúan cayendo y comienza a llover, es como si toda mi agua subiera al cielo para volver a caer sobre mi.
Por poco escapé de la dulce traición, pero no me siento a salvo, el peligro continua acechando a la vuelta de cada esquina. Toda mi vida fue igual, y esta vez quiero hacer algo diferente, quiero creer que se puede hacer algo diferente.
Porque esta vez quiero un resultado diferente. Pero... aparece nuevamente el miedo y me pregunta: ¿acaso piensas que te responderán igual? Mi sentimiento de fatua seguridad, siempre se ha refugiado en el mismo lugar, claro es el mecanismo que tengo mejor conocido para evitar que me lastime, pero acaso no soy yo misma la que me lastimo con esa "no" entrega y mi refugio en la banalidad?
Por esta vez... ya pasó... estoy a salvo, mi dolor se ha escapado con mis lágrimas. Me renuevo con el aire frío de la mañana y reafirmo de nuevo mi compromiso de lealtad para conmigo misma. Vamos que se puede, estás cerca de lograrlo, y si tus resultados no son los que tus sueños imaginaron, ya verás más adelante como saldrás de está dulce realidad.
Gracias alma mía por escucharme y comprenderme. A vos te rindo mi homenaje con humildad, sumisión y respeto, pues eres la única que oye sin juzgar.Hasta la próxima.

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